Psiquiatría en tiempos de COVID
Ya va a hacer dos años que un partícula viral, desconocida para la gran mayoría de la población mundial pasó a formar parte, desgraciadamente, de nuestra vida diaria y cotidiana, hasta limitarnos e influirnos en gran medida. Nadie había oído hablar hasta entonces del coronavirus, yo lo recordaba de la carrera como un microorganismo sin gran protagonismo, la verdad. Pero éste era diferente, de pronto se plantó ahí, el COVID-19, y nuestra vida cambió.
Como un tsunami que se ve desde lejos, y crees que no va a llegar, pero llega. Y en marzo del año pasado llegó a España, y se extendió por toda la geografía nacional, al tiempo que se extendía por el mundo. Lo que vino a continuación es bien sabido por todos, confinamiento, restricciones…limitaciones y aislamiento, con repercusiones sociales, económicas y emocionales.
A nivel de salud mental qué vemos?, pues vemos varias cosas, y en estos meses hemos necesitado observar, analizarlo, estudiarlo, y sacar conclusiones.
Obviamente, en general, la salud mental de la gente se ha deteriorado. Hemos sufrido el aislamiento, mitigado en parte, por suerte, por la tecnología. Limitaciones de nuestro día a día: se cerraron establecimientos “no esenciales”: bares, restaurantes, gimnasios, centros de todo tipo y de actividad social…, al comienzo se limitó la salida a la calle, posteriormente los cierres perimetrales, limitaciones para viajar a otras ciudades cercanas o lejanas…
Medidas que no han afectado por igual a todos los grupos de edad, con tres grupos especialmente vulnerables: niños, adolescentes y personas mayores.
Niños pequeños, que empiezan a experimentar y a relacionarse con un mundo, ahora hostil y peligroso (de ahí no bajarse la mascarilla), y están creciendo e interiorizando unas normas y unas medidas, que dejarán posiblemente huella en su desarrollo.
Personas mayores, necesitadas, aisladas y privadas de hijos y nietos, y de ese sostén necesario a nivel social, y sanitario, con una sanidad que está sobreviviendo a una pandemia mundial, y con medidas de sus gestores y políticos que no han estado a la altura de la respuesta de la mayor parte de la población.
Una población cansada, agotada, triste, harta en ocasiones, sin un futuro claro ni esperanzador en ocasiones.
Y pondría el mayor énfasis en unos adolescentes y jóvenes, a los que se ha criminalizado, pero a los que se les ha detenido el tiempo, como a todos, pero ellos están en la etapa de encaminar su vida laboral, su vida amorosa, su apogeo experiencial, su vida de ocio…si las incertidumbres y el futuro era poco claro a veces, ahora aún lo es menos.
En el XIV Congreso Nacional de la ASEPP celebrado en Bilbao en este pasado mes de octubre y que llevaba como título “cambio social: psiquiatría y COVID”, se intentó poner en común los cambios observados y estudiados de esta nueva era, la era del COVID.
En los pacientes más graves, en contra de lo que esperábamos, vimos que durante el confinamiento, éstos estaban en casa, cumplían bien las normas impuestas, les llamabas por teléfono y se encontraban bien. Muchos de ellos, al carecer de mucha interacción social, el periodo de confinamiento apenas les afectó, de hecho, disminuyeron las exigencias externas que a veces tanta angustia les provocaba. Pero en los siguientes meses, pasó el confinamiento, pero el control de estos pacientes en muchos casos se deterioró, por los seguimientos telefónicos y la no presencialidad, con un empeoramiento de su estado. La mayoría de los centros de Día, y recursos similares se vieron obligados a cancelar su servicio, quedando esta función rehabilitadora huérfana. Así mismo, en estos pacientes más graves, ha habido un abandono de su salud física, y un empeoramiento global.
La observación de la mayoría de los psiquiatras hospitalarios es que la ocupación hospitalaria, esto es, los ingresos, habían disminuido, sobre todo al principio de la pandemia.
Parece ser que los diversos estudios dicen que las tasas de suicidio no han aumentado, sino que son similares a antes del COVID, aunque pudiéramos tender a pensar lo contrario. Otra cosa, y sobre todo últimamente, es la mayor visibilidad mediática que se le está dando a la Salud Mental, y al suicidio en particular.
Lo que sí había unanimidad es que las urgencias, los ingresos hospitalarios, y la demanda en consultas externas del grupo de los adolescentes, había aumentado muy llamativamente.
Todos hemos observado más casos que llegan a las consultas, chicos y chicas en peor estado emocional, con casos de autolesiones y en ocasiones de tentativas suicidas, y cuadros depresivos a veces severos.
Otro capítulo a resaltar de esta pandemia es la gran cantidad de duelos, muchos de ellos sin acompañamiento, sin despedida, y que deja muchos miles de familias en esos duelos incompletos, no elaborados y sin posibilidad de hacerlo a veces.
Y por ir terminando, y haciendo uso del título “psiquiatría en tiempos de COVID”, esta pandemia nos está dejando peor salud física y mental, y nos obliga a replantearnos muchas cosas. Evidentemente uno de los factores que más pesan es la gran incertidumbre existente desde el comienzo, y el hastío, cansancio y pérdida de confianza en las medidas empleadas por los máximos responsables para superar la pandemia (algo que ocurre en todos los Estados, independientemente del color político).
Y una cosa hay segura, que la pandemia en algún momento acabará, y sí, habrá una “nueva normalidad”, que por lo tanto, ya no será “normal”.